lunes, 17 de marzo de 2014

Construcción digital: posibilidad futura o quimera antieconómica















El gran problema de la construcción arquitectónica es que jamás ha habido la misma presión en la industria por incorporar adelantos técnicos que en el caso del automóvil, por ejemplo. Desconozco los motivos aunque es bien sabido el conservadurismo del sector. Sin embargo nos podemos encontrar en los albores de una profunda crisis del sector industrial tal y como lo conocemos. La fabricación personal, como ya la ha bautizado el MIT, es la próxima revolución y parece que en ella los arquitectos vamos a ser guerreros de vanguardia. Me refiero a la ya incipiente pero firme explosión de la impresión 3D.

En 2011 ya publicamos aquí una entrada sobre la semilla originaria de esta nueva técnica al alcance de todos: el proyecto Rep-Rap.


















Desde entonces las cosas no han hecho sino avanzar y extenderse a un número creciente de entusiastas. Lo interesante es que estas máquinas están empezando a crecer de tamaño. Justo lo que se necesita en arquitectura. Ya existe un modelo comercial que imprime en 60x60x60cm, el Gigabot.





















Y en Holanda un estudio de arquitectura, DUS Architects, ha construido otra impresora todavía más grande.con la que afirman se puede construir una casa en el canal. 















Lo más interesante de esta historia es ese carácter amateur que tiene el asunto, que permite democráticamente entrar a cualquiera en el juego y que escapa de alguna manera a las tendencias nocivas de la industria. La gente empezará por imprimirse un grifo, luego un picaporte, después un armario, y quien sabe a donde nos va a llevar esta fabricación personal.

La imagen con la que comienza esta entrada pertenece al ya comentado aquí Yaohua Wang, que nos propone una impresora 3D de tipo grúa, que produce un cordón estructural de fibra de carbono. Con ella se plantea imprimir la estructura del edificio, para luego situar en ella una serie de contenedores.













A pesar de que siempre me he manifestado en contra de las utopías constructivas, hay que rendirse a la evidencia del rabioso atractivo de esta idea, carbon project, ilustrada por Wang. Y su virtud no está necesariamente en los problemas que resuelve sino en las ideas que sugiere, en un marco de evolución técnica de dominio público donde gracias a Internet se puede empezar a aprovechar la materia gris de los seres humanos como una gran comunidad.

La buena noticia es que esta revolución ya se está dando sin grandes inversiones, sin subvenciones, sin mercados potenciales, sin patentes. Por tanto nada pueden contra ella los lobbys industriales, los gobiernos y otras yerbas, que solo pueden limitarse a mirar de reojo a qué se dedican estos locos de la impresión 3D.

Un reputado sabio pronosticó a principios del siglo pasado el fracaso del automóvil, por caro, poco fiable y destinado en exclusiva al ocio de los ricos. ¿Se tratará esta vez de otra profecía fallida?