miércoles, 26 de agosto de 2015

Arquitectura flotante: otro acercamiento a la ingravidez















El gran azul, la metáfora del espacio infinito y la experiencia de la ingravidez. Nada más emocionante ni evocador para el arquitecto. ¿Cómo hacer un edificio que no se apoye, que no pese, que flote?, pues en el agua, en el océano, en el mar. Sea Orbiter es el proyecto de Jacques Rougerie para la exploración marina, creando una estación flotante para el alojamiento permanente de 22 científicos.















Con reminiscencias indudables de la nave Enterprise de la serie de televisión Star Trek proporciona un concepto nuevo de barco-edificio flotante de formas fluidas y aire de ciencia ficción.


Con una parte de edificio sumergido y otra aérea replica ejemplarmente el viaje de los icebergs y navega mitad submarino mitad barco, del modo más natural.


















Con 27 metros de altura sobre la superficie y 31 sumergidos se convierte en una pequeña torre flotante, excelente observatorio marino y aéreo. El antecedente técnico es sin duda el impresionante barco FLIP, capaz de hundir la proa y quedarse vertical.
























Estas propuestas encuentran similitudes con otras como la base para un ascensor espacial, publicadas en páginas como robotecture, de nuevo con el mar como argumento de soporte.















Otro proyecto previo experimentado por el arquitecto fué el laboratorio Galathée en 1977, dentro de la misma estética alienígena, si bien motivada por diversas funcionalidades técnicas. Arquitectura o ingeniería naval, ciertamente lejos de las formas convencionales.