Nada parece que va a parar la llegada de nuevas formas a la arquitectura, liberada de la pesada carga de la plomada, el nivel y las limitaciones del oficio tradicional. La industria va asumiendo gradualmente la necesidad de cambio en una técnica que el progreso olvidó. Sin embargo tanto el atraso inherente a los procesos constructivos, vinculados pesadamente a la artesanalidad, como las profecías apocalípticas de sesudos críticos de arquitectura, en posesión de la verdad sobre la belleza divina y minimalista, frenan, ponen palos a las ruedas y arena a los engranajes, para detener lo inevitable. ¿Pero es realmente una catástrofe?
Me pregunto si dentro de cien años la gente recordará a estos profetas, que presumen de estar por encima de Calatrava, Hadid o Gaudí. Seguramente como ha pasado con el genio modernista, dentro de cien años la obra de estos autores ya esté catalogada, y sus detractores habrán caído al pozo sin fondo del olvido. Otros, como Charles Deaton, Hamilton y Goody o Eddie Sotto, serán rescatados y homenajeados como se merecen.
En la película Tomorrowland aparecen edificios de Calatrava reconvertidos en espaciopuertos. Falta tiempo para que en algunos portales "serios" de arquitectura se aproveche de nuevo la oportunidad para denostar la fracasada arquitectura de la ciudad de las artes de Valencia. Ya se sabe, todo lo nuevo es sospechoso.
Incluso aquellos intrépidos que lo intentan a pequeña escala, como la estación de autobuses del Casar, buscan extraños subterfugios para justificar su obra, que nada tiene que ver con la arquitectura autóctona, y si mucho con Torroja o Candela. Sería mucho más honesto decir: si, conozco la obra de Eero Saarinen y quiero ser como el.
Parece que todo lo que es malo en exceso debe eliminarse de la faz de la tierra, como el vino por ejemplo. O que según alguna razón pitagórica los planetas son un horror debido a su forma esférica. Los pitagóricos si que hicieron mucho daño, y no precisamente Frank Ghery, capaz de transformar de un solo plumazo a una ciudad gris, si no fea, hasta entonces como Bilbao en ejemplo de transformación urbana y parada obligada de turismo cultural. Dentro de cien años nadie odiará a Calatrava por su puente, porque alguien habrá resuelto el "inmenso" problema funcional de que su suelo patina.
Mientras tanto, hay una facultad de arquitectura realmente prospectiva que sin complejos aborda el verdadero problema de la forma de la arquitectura del futuro: la Southern California Institute of Architecture, también conocida como SCI Arc. De este modo se anima a docentes y estudiantes a explorar la forma en todo su contenido esencial, aprovechando al máximo las herramientas de diseño disponibles. Así aparecen propuestas tan interesantes como las de Yaohua Wang o Tom Wiscombe.
Es de necios negar la evidencia, ya que en breve verán la luz proyectos como estos, y su ejecución dejará de estar reservada a galácticos como Hadid. Aparecen por doquier proyectos de otros estudios en la misma línea, como por ejemplo dos propuestas para Buenos Aires: el centro Tandanor y el museo de arte contemporáneo, de Monad Studio y Margot Krasojevic respectivamente.
En resumidas cuentas, la realidad siempre acaba superando a la ficción, por fortuna, lo que permite ser optimista con respecto a la libertad de diseño que van a revelar los edificios venideros. A las técnicas de diseño virtual les van a seguir las de impresión 3D adaptadas a la arquitectura y el tapón desaparecerá, dejando fluir las aguas de la imaginación, aún cautivas en la pecera de las pantallas de plasma.
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